¿Cómo no ser un volcán de emociones?
Estoy acostumbrada a mirar de frente a la violencia
Porque de niña me enseñaron a darle la vuelta, guardar silencio y jamás hablar del maldito elefante rosa que invadía toda la habitación.
¿Como no sentir el miedo de las otras?
Si es el maldito recordatorio del miedo que sentía cuando veía a mi abuela llorando en la cocina, porque el abuelo le habia aventado el plato de comida juzgando su temperatura y su sabor.
Si es la estúpida idea de que todos los hombres hacen daño, los más listos lo hacen sin que las Mujeres se den cuenta y los mas sinverguenzas las lastiman frente a ellas y frente a sus familias y la sociedad.
La mirada llena de rabia que dirijo a mis pacientes, a las participantes de mis talleres y a las psicólogas a quienes superviso sus casos clinicos, es una llamada de atención, cual aviso alarmante de que las Mujeres que estan en frente estan en riesgo, al igual que mi madre, mis abuelas, mis tías, mis primas y yo misma.
Me dicen que no me enoje con los agresores aunque sean mis abuelos, mis tios, mi padre o mis parejas o exparejas; debo guardar silencio ante su maldita violencia que la vivo como el recordatorio simbólico a ser una buena Mujer, de lo contrario seré herida, excluida, etiquetada como loca, amargada, exagerada, histérica; de la misma forma que han tratado a las Mujeres que no reproducen sumisas y obedientes su maldito orden social patriarcal.
Me merezco la vida entera, colorida, tenemos sonrisas y tantas otras cosas que sabemos que nunca se las podrían quedar, todo lo que nos han quitado no valía la pena tenerlo.
NO me van a quitar mi voz ni mis ideas, ni mi intención de seguir acompañando a Mujeres que la esten pasando mal o peor o mejor que yo.
NO quiero olvidarme a mí en las otras, ni por sus heridas, ni por las mías, voy a cuidarme siempre aunque el padre de mi hijo siga ejerciendo la ley de hielo y no comunica lo verdaderamente importante sobre nuestro menor de edad, y a veces parece que sabe exactamente tocar mis fibras sensibles.
Si fue el amor de mi vida y le mostré mi vulnerabilidad y lo hice parte de mi vida y de mis sueños, hoy que decidí ya no perpetuar las apariencias de ser un buen matrimonio y morirme en vida de tristeza y dolor, después de dejarlo hace 7 años, sigue ejerciendo violencia.
Sabe detonar mi herida como si de una bomba se tratara, la más profunda que tengo, la del abandono, aquella herida que me miente y me recuerda con vehemencia que yo no importo, ni lo que pienso, ni lo que pueda decir, mucho menos mis sentimientos, me grita al oído que no importa quien soy.
Estoy muy rota y eso no me quita el poder de decidir seguir acompañando, a tirar pa' lante con todo y mis dolores, bebiendo y lamiendo los junto con el dolor de las otras, porque lo bello de este camino de sanación es que nunca lo vives sola, lo vives con Mujeres maravillosas que a veces de lejos o en otras ocasiones de cerca, te acompañan y te mandan sus buenas vibras para que tu vida mejore y te llenes de bendiciones.
Gracias a todas las Mujeres que me han apapachado*, acompañado, validado y autorizado, incluso a aquellas que desde sus miedos han dudado de mí y han cuestionado mi actuar.
No lo olviden:
"Por mí, por tí y por todas las Mujeres"
Apapachar* de origen náhuatl, significa "abrazar o acariciar con el alma".
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